Nos gusta lo exótico y disfrutar de los colores, los aromas,.. vamos conocer algo mejor nuestro vecino al otro lado del estrecho. Acompáñanos a recorrer las bulliciosas calles de Fez; no tengas miedo de adéntrate en las ruinas romanas de la ciudad africana de Volubilis o de admirar los tonos azules que se dibujan en la ciudad de Chauen; en definitiva, estamos en Marruecos, descubriremos que el norte de Marruecos tiene mucho que ofrecerte.
La realidad de Marruecos
Nuestro viaje se inicia en Fez
Marruecos es un país que vive simultáneamente a varias velocidades. La conducción puede ser temeraria, el servicio en los restaurantes de una lentitud inconcebible y el bullicio de sus calles de los más estresantes. Pero en general, si preguntáis a un marroquí os dirá la siguiente expresión: “prisa mata, amigo”.
Nuestra ruta comienza en la ciudad de Fez y concretamente en su Medina, compuesta por más de 9.300 calles que datan de hasta catorce siglos de antigüedad y que es, por ejemplo, el escenario principal de la novela “León el Africano”, del escritor Amin Maalouf que os recomendamos que leáis para saber un poco más cómo es la antigua ciudad marroquí.
Sus calles son estrechas, muchas son callejones sin salida, y se encuentran impregnadas de fuertes olores, algunos desagradables y otros exóticos como los de las docenas de especias ampliamente utilizadas en Marruecos.
Perderse dentro de las calles de Fez forma parte del juego.
La vida en la medina de Fez
En las calles de Fez es posible comprar casi cualquier cosa. Destacan las telas de vivos colores que emplean tejidos animales o seda vegetal en su elaboración, así como alfombras, joyas, cerámica o los centenares de productos que se amontonan en sus herbolarios como el aceite de argán, la henna u otras cremas, hierbas o elixires.
Los habitantes de la ciudad son comerciantes natos. La mayoría de los fesíes son amables, educados y se prestarán a ayudar a cualquiera que lo necesite. Muchos de ellos esperan a cambio recibir una propina o que los turistas acaben pasando por su comercio o por el de algún familiar donde desplegarán sus artes comerciales y donde lo más probable es que acabemos comprando algún producto.
No veréis que haya nada que se pueda comprar en una tienda y tenga su correspondiente precio anotado, ya que el regatear forma parte de su cultura y es lo más habitual. Es algo que a algunos europeos les sale bastante natural y para otros es más un inconveniente. Pero al final, en Fez es el día a día.
Ojo con la picaresca cotidiana con los turistas
Además de los comerciantes en Fez, y en Marruecos en general, es habitual encontrar una variopinta y variada picaresca. La primera de ella, los falsos guías. Se trata de personas, la mayoría jóvenes o muy jóvenes, que acechan a los turistas para llevarles a tal o cual tienda o restaurante y esperan al final recibir una propina de los turistas, junto la comisión que el establecimiento añadirá a la cuenta.
Es decir, un restaurante nos cobrará un extra si aparecemos de la mano de una de estas personas.
Existen dos consejos para evitarles: ignorarles abiertamente o negar su ayuda con una sonrisa. Ésta última nos parece la más inteligente.
Otros pillos son los niños. Pueden rondaros a vuestro alrededor de manera incansable hasta obtener algún dírham o cualquier cosa que llevéis encima. Es habitual que algunos turistas con cierta experiencia lleven caramelos o chicles que darles para quitárselos de encima.
Turisteando por Fez, parada casi obligada las curtidurías
Una de las visitas obligadas dentro de la ciudad de Fez son las curtidurías. Existen dos, y aunque no son en absoluto un espectáculo agradable para nuestro olfato, es una actividad que hay que contemplar en la ciudad fesí.
La judería
Otro de los puntos que se suele destacar de la ciudad es su antiguo barrio judío. Éste se encuentra visiblemente deteriorado y es posible que la visita no sea del gusto de todos.
Coexisten comercios con casas en un pésimo estado que nos recuerdan que el barrio tuvo tiempos mejores. Quedan un buen número de judíos en la ciudad y muchos de ellos son grandes artesanos. Algunas de las tiendas de la ciudad y de la antigua judería tienen sus productos como sus mayores joyas.
El Palacio Real de Fez
Muy cerca del barrio judío se encuentra el Palacio Real de Fez. Lamentablemente no es visitable y quienes se acerquen hasta él tendrán que conformarse con la belleza de sus puertas.
El parque de Jnane Sbil
Para acabar no debe faltar una visita al bello parque de Jnane Sbil repleto de árboles de un gran número de tipos, formas y colores que junto con sus fuentes y su lago artificial suponen un lugar de esparcimiento y relajación dentro de la ajetreada Fez.
Alquiler de un coche para desplazarse por Marruecos
Para continuar con el viaje decidimos alquilar un coche. Esto requiere un comentario aparte ya que la conducción en Marruecos es de todo menos ordenada. En primer el estado general de las carreteras deja mucho que desear. Y una cosa es decirlo y otra verlo.
La existencia de carriles es menos real de lo que estamos acostumbrados. En el asfalto conviven de manera poco armoniosa coches, taxis, motocicletas, burros, peatones o camiones. Lo de los animales es digno de mención porque cuesta imaginar que una recua de burros pueda cruzar cuatro carriles (dos en cada dirección) sin que se produzca accidente alguno. La conducción en nuestro país vecino tampoco es segura. Es habitual que los motoristas vayan sin casco, la gente en los coches sin cinturón y que los peatones crucen por los lugares más insospechados.
Tomar un taxi
Es digna de mención la utilización de los taxis en Marruecos. No cabe esperar de modo alguno que nos lleven de la manera más directa hacia nuestro destino y es de lo más probable que el taxista decida que tiene que pasar a entregarle algo a un amigo en un punto remoto de la ciudad, que tiene que llevar a un televisor viejo a su primo o cualquier otra cosa de lo más peregrino.
Esto no tiene porqué encarecer los trayectos ya que en general el precio debe ser pactado de antemano. Y es posible que os toque compartir taxi con completos desconocidos que van más o menos en la misma dirección que vosotros. Pero no os agobiéis: “prisa mata, amigo”.
Mequinez
Mequinez se encuentra muy cerca de Fez. Es una bella ciudad marroquí y merece la pena ser visitada. Algunas de las principales carencias de Fez no se observan en Mequinez, la ciudad parece más limpia y menos caótica. En 1996, la ciudad pasó a formar parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Posee atractivos tales como el Mausoleo de Mulay Ismaíl y diversas mezquitas, madrazas y museos. Pero seguramente, lo más llamativo que podemos destacar es la belleza de la puerta Bab Mansour que se levanta imponentes frente a una gran plaza que como en todas las ciudades árabes alberga gran parte de la vida de Mequinez.
Volubilis
Tras salir de Mequinez, podéis tomar la carretera N13 y en poco más cuarenta minutos llegaréis a las antiguas ruinas de la ciudad de Volubilis. Este es un lugar que cuesta imaginar. Sobre todo cuesta imaginar que se encuentre en África y que esté en tan buen estado.
Volubilis es una antigua ciudad romana y fue incluida también en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco a finales del siglo pasado y es que estas ruinas romanas son un lugar increíble. La postal que se vive en esta ciudad es mágica, ya que ruinas se encuentran en una llanura de tierras de cultivo con algunos montes en sus cercanías y los colores de la tierra marrones, verdes y ocres cubren la vista.
A principios del siglo I los romanos hicieron de Volubilis una próspera ciudad y esta riqueza se vio traducida en la construcción de un buen número de bellos edificios como templos, grandes villas o un arco del triunfo. A finales del siglo III los romanos decidieron abandonar la ciudad y se replegaron hacia el norte del país.
En Volubilis continuó viviendo gente hasta el siglo XVIII, pero desde el siglo IX era poco más que un modesto asentamiento. Ello ha posibilitado que los restos arqueológicos se encuentren increíblemente bien conservados.
Estos restos arqueológicos merecen una mención especial como el tempo de Júpiter Capitolino o el Arco del Triunfo de Caracalla que se construyó en homenaje del esperador que extendió la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del imperio. Cabe destacar las numerosas residencias que se han desenterrado y en las que se observan la clásica disposición romana con sus atrios y baños o los numerosos mosaicos que se han encontrado.
Es ésta una visita fundamental que no puede faltar en un viaje a esta zona de Marruecos.
La ciudad santa marroquí Mulay Idrís
Muy cerca de Volubilis se encuentra además la ciudad santa marroquí de Mulay Idrís en la que se encuentran los restos de Idrís I, bisnieto de Mahoma y fundador de la dinastía idrísida. Este municipio recibe cada año la visita de los peregrinos y aunque es posible visitar el pueblo, cabe recordar que al igual que en el resto de municipios marroquíes, los lugares de culto son únicamente para los musulmanes y por lo tanto, el santuario no puede ser visitado.
Chauen
Si continuáis por la misma carretera que os ha llevado hasta Volubilis, la N13, podréis alcanzar en unas tres horas uno de los puntos más relevantes del norte de Marruecos: Chefchaouen, o Chauen a secas, es una localidad cercana a la frontera española con Ceuta que se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la zona.
Fue fundada por andaluces expulsados del Reino de España en 1492 y en las sucesivas oleadas de moriscos y judíos que abandonaron nuestro país. La fundación de la ciudad se hizo porque recordaba por su enclave a la mítica ciudad de Granada, ya que alrededor de Chauen se encuentran tres imponentes picos montañosos.
El motivo por el que este municipio es más conocido es por la belleza de su arquitectura árabe que se encuentra resaltada por los tonos azules que bañan toda la Medina. Desde azules casi oscuros a los tonos más claros al blanco dan color a un municipio que posee otros encantos. Entre éstos es necesario destacar las puertas. Puede parecer algo poco llamativo, pero entre el ingente número de puertas árabes que se suceden en sus calles podemos encontrar muchas de una gran belleza.
Pero Chauen además es conocida por otro hecho: es la capital del hachís. Alrededor la ciudad se encuentra un elevado número de campos de cultivo de marihuana y dentro de ella, caminan una buena cantidad de vendedores. Algunos incluso ofrecen la posibilidad de visitar una de las rudimentarias instalaciones de producción de hachís, la posibilidad de participar en la elaboración del mismo e incluso tomar vídeos de todo el proceso. Para aficionados al mundillo.
Akchour
A unos escasos cincuenta minutos de Chauen se encuentra Akchour donde la naturaleza ofrece un bello espectáculo tanto en la zona de las cascadas como en la ruta del Puente de Dios. Una bella jornada de senderismo aporta un gran toque casi final a la aventura marroquí.
La vuelta a la península
La vuelta a la península ibérica es posible hacerla en ferry o avión desde Ceuta o Tánger. Nosotros elegimos esta última ciudad por continuar dentro del país africano.
Llegamos a tanger
Se trata de la más europeizada de las ciudades marroquíes y actualmente se encuentra en pleno apogeo de su desarrollo gracias a la inversión en la reforma del puerto de la ciudad. En Tánger es posible disfrutar de un paseo por su Medina y contemplar un buen número de mezquitas que datan de siglos atrás y observar el paso del colonialismo europeo en muchos de sus edificios.
Además, se observa la importancia de su posición estratégica por la cantidad de cañones que todavía hoy pueblan la localidad para recordarnos un pasado estratégico en la costa africana.
La gastronomía de Marruecos
La gastronomía del país está fuertemente sazonada de especias, incluyendo mezclas de estas conocidas por el número individual de especias que las componen como la 24, la 12 o la 9 especias que se utilizan cada una para un tipo diferente de plato.
El Tajín, generalmente pollo, es una carne fuertemente acompañada de estas especies. El couscous es un plato de sémola al que se añade algo de carne y bastante verdura hervida y que se aconseja no dejar para la cena, ya que se sirve de manera muy abundante.
En la mayoría de restaurantes sirven pinchos morunos de diferentes carnes, esencialmente pollo, cordero y vaca.
La “pastela” es un plato típico del país y uno de los más sabrosos. Es un plato que contrasta lo salado y lo dulce. El plato está compuesto por un hojaldre relleno de algún tipo de carne y hierbas. Puede llevar frutos secos y está especiado, aunque en comparación con otros platos marroquíes el toque es más suave. La “pastela” está finalmente recubierta de azúcar y canela. 100% recomendable.
Los musulmanes no beben alcohol. O se supone que no lo hacen. Si alguien quiere disfrutar de un vino o una cerveza tendrá que acercarse a los locales más occidentalizados, tipo restaurantes o algún supermercado como Carrefour.
Pero Marruecos es mucho más que todo lo que hemos contado en esta entrada. Aparte del norte del país, cualquiera turista que se precie debe tener Marrakech como uno de sus destinos en el punto de mira e incluir una visita al desierto para observar sus colores y dormir en él una noche. No hay mejor lugar para contemplar la belleza de las estrellas que nos rodean.
Y tras estas pinceladas, ¿Crees que nos faltaron muchos cosas por descubrir? Déjanos un comentario con tus experiencias, que trataremos de volver y disfrutarlas.
Me gusta mucho tu articulo! Nosotros somos en Morocco por tres semanas y es otro mundo que Europa, pero visitar aqui hacer nos mas preparado para todo el mundo puedo dar. Muchas gracias y buenas viajes!